Fontanarrosa decía que él llegó a la literatura gracias al fútbol y no al revés. ¿Cómo fue en tu caso?
El fútbol no sé si tuvo mucho que ver con mi acceso a la literatura… Aunque podría decirse que sí: para escapar del fútbol los domingos. Ja.(Mis hermanos se la pasaban con la radio pegada a la oreja y el equipo de música sintonizado en el mismo dial para hacer un efecto surround system pero precario y después Fútbol de Primera a la noche… Esa musiquita de Vangelis me taladró durante años)Así que para escapar de toda esa escena me encerraba en alguna parte y leía o dibujaba y un día (tenía 11 y me acuerdo de ese día) se me dio por escribir. Lo primero que escribí fue un poema. (No escribo poesía, conozco poco del género, pero parece que empecé por ahí). Y después de ese día me dediqué a completar el cuaderno con “poemas” que siempre involucraban una ventana y de más está decir que eran impresentables. No sé dónde quedó ese cuaderno. Igual me acuerdo más o menos de qué iban y en mi favor, puedo decir que no eran terriblemente cursis.Así que en mi caso el fútbol me arrojó a la literatura y a la vez llegué al fútbol a través de la literatura; por el impulso de contar historias. La primera vez que fui a la cancha me quedó grabada la imagen de la hinchada, me empezó a intrigar mucho el mundo que se construye en torno al fútbol, así que cuando me invitaron a participar del libro, sentía que ya tenía la mirada puesta en contar una historia relacionada con este tema.
¿En qué medida tu cuento es una jugada?
Este cuento habla sobre cosas con las que puedo empatizar, pero con las que no tuve vínculo ni registro de vivencias y eso es lo que me gusta: escribir cosas que no tengan que ver conmigo. Por supuesto que está la mirada, pero mi intención es contar historias y no contarme a mí en esas historias.
En un domingo libre, qué elegís, ¿el partido o un buen libro?
¡Un partido! Para leer prefiero esos momentos en que estoy obligada a la quietud corporal como los viajes en subte o colectivo o similares.