Escribir es un refugio para cualquier alma inquieta porque ordena la temporalidad. El acto de ubicar una palabra detrás de la otra para generar un sentido provoca el efecto secundario de organizar las ideas, desempañar la confusión y tranquilizar la mente.
Escribir nos ayuda a filtrar, procesar, digerir y regenerar las experiencias que se colaron por nuestra vida y nos ayuda a buscarle un lugar dentro de la memoria personal.
Pero ¿es eso literatura?