El acto de leer supone avanzar en línea recta: una página detrás de otra, dentro de una estructura de introducción, nudo y desenlace.
Las historias, además de entretener, nos ordenan el tiempo vital que progresa hacia el futuro y complementan la circularidad del día, la noche y las estaciones. Al narrar algo que sucedió, confirmo un punto presente y me proyecto hacia lo que sigue.
Este antes y después organiza un movimiento y una jerarquía: una lectura occidental, de izquierda a derecha, de arriba hacia abajo.
Y así se construyó el joystick que guía nuestra vida en sociedad.